El IDEAM anunció el 5 de julio pasado que su pronóstico de 65 % de probabilidad de un fenómeno de El Niño para el segundo semestre de 2012, que comenzaría en julio y se agudizaría en diciembre, fue confirmado por la Administración Oceánica y Atmosférica de los Estados Unidos (NOAA, por sus siglas en inglés). Es decir, la sequía está asegurada.
Desde hace varios años venimos advirtiendo en este espacio que el cambio climático dará al traste cada vez más con el orden de los regímenes de tiempo seco y mojado en el país, especialmente en la Costa Caribe. Los gobiernos locales deberían prepararse para aprovechar lo inevitable, los extremos entre sequías e inundaciones, en vez de padecerlo de brazos cruzados.
Más allá de un plan de desagües pluviales, no hemos visto un plan de urbanismo de Cartagena una planificación sensata de cómo contrarrestar la situación inversa: las sequías.
Como parece saberlo todo el mundo, el incremento en el nivel medio del mar quiere decir que la cuña salina se trepará cada vez más por los ríos y humedales del país. En el caso de Cartagena, una sequía acentuada como la que se aproxima, que le restará mucho caudal al Canal del Dique, podría salinizar la toma de agua dulce para el acueducto en las lagunas aledañas. Allí debería haber más previsión e información, si no de parte de la Alcaldía, al menos de Acuacar, la compañía público privada que nos concierne a todos.
Las sequías también son oportunidades que el Gobierno nacional y las administraciones locales no pueden desperdiciar. Es el momento de impulsar más la elevación del terraplén de la carretera Troncal de Occidente entre Corralito (Arjona), y el puente de Gambote, que también tiene que ser hecho nuevo.
También es hora de mejorar los distritos de riego del departamento de Bolívar, incluyendo las alturas de los embalses de Matuya y demás para almacenar mucha más agua y poder regar la tierra fértil de Marialabaja y sus alrededores, que no alcanza su potencial agrícola por no tener agua suficiente. Las obras entonces futuristas del gobierno de Lleras Restrepo (1966-1970) no solo no se completaron, sino que hoy tendrían que ser ampliadas solo para cumplir con su proyección original.
En el área rural de Cartagena el verano también crea oportunidades para construir un gran embalse –por ejemplo, en el arroyo Tabacal y cuenca hidrográfica aledaña-, que no solo garantizaría el agua al norte de Cartagena, sino que sería un control de inundaciones indispensable para los barrios populares vecinos de la ciénaga de la Virgen.
Sería bueno que alguien comenzara a gobernar la ciudad, lo que implicaría trabajar no solo en las consecuencias previsibles del cambio climático, sino en un plan integral de desarrollo urbano para librarnos de la tiranía de los planes parciales, con frecuencia parches determinados solo por los intereses particulares del momento.
La planificación urbana tiene que ser técnica y continua, sin depender de la coyuntura.
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