¿Solución para El Dique?
El presidente Santos dijo ayer que “Somos el primer país en tener un plan de adaptación al cambio climático” en América Latina. El plan es también el de reconstrucción de las zonas devastadas por el invierno de 2010 y tiene un presupuesto de 26 billones de pesos, con los que la nueva infraestructura de transporte de Colombia debería soportar inviernos iguales o peores.
La previsión ambiental del Gobierno es esperanzadora, pero los cartageneros no podemos dejar de pensar que parte de esos 26 billones tienen que ser destinados para las obras del Canal del Dique, que no dan espera.
En el Internet circula una foto satelital de Google Earth de la desembocadura del Canal del Dique en la bahía de Cartagena, convertida en una mazamorra espesa de lodos en suspensión, mientras que el casco de un barco que se aproxima a un puerto de Mamonal rasga momentáneamente esa nata marrón y deja ver a lo largo de su estela un hilo de la poca agua azul que aún queda. Es una imagen deprimente, sobrecogedora.
También circulan fotos del crecimiento del delta del Canal del Dique dentro de la bahía, en su marcha inexorable hacia Tierrabomba. Aunque impresiona la velocidad con que este delta se consolida, aún está lejos de esa isla, lo que podría dar una sensación falsa de tranquilidad porque parecería indicar que queda mucho tiempo antes de que la entrada al puerto por Bocachica quede inutilizada.
Desafortunadamente, el proceso de sedimentación no funciona así, y aunque es cierto que el choque del agua salada con los sedimentos finos en suspensión (floculación) los hace caer al fondo más rápidamente en la desembocadura del Canal, también es verdad que muchos van a caer más lejos, por lo que el parte falso de tranquilidad visual que podría dar la lejanía del delta no corresponde a la magnitud del daño submarino.
El fondeadero que había designado la Armada próximo a la desembocadura del Dique fue corrido varias millas hacia el noreste porque ya el agua se había allanado con los lodos nacionales de todo el río Magdalena, quizá desde el propio Páramo de las Papas, y la operación de fondeo comenzó a ser insegura allí.
Hay que admitir que el talante de este Gobierno y de su ministro de Transporte con respecto a los destrozos del Dique en la Bahía dan cierta tranquilidad de que las obras necesarias se identifiquen y ejecuten lo más pronto posible, por lo que seguramente no habrá que recurrir a los paros, quema de llantas y bloqueos que algunos proponen por la Internet.
Urge aprovechar que los funcionarios principales del Gobierno para este caso vendrán pronto a Cartagena, a establecer pasos concretos e inmediatos, y comenzar a olvidar la pesadilla gubernamental de los últimos 8 años, perdidos para el Canal del Dique. Para lograrlo, es indispensable recopilar información concreta y evitar que vuelvan a surgir propuestas inanes, como en el pasado muy reciente.
Cartagena debería lograr que las obras del Canal del Dique sean las primeras en Colombia de ese “plan de adaptación al cambio climático” del que habló el presidente Santos.
La previsión ambiental del Gobierno es esperanzadora, pero los cartageneros no podemos dejar de pensar que parte de esos 26 billones tienen que ser destinados para las obras del Canal del Dique, que no dan espera.
En el Internet circula una foto satelital de Google Earth de la desembocadura del Canal del Dique en la bahía de Cartagena, convertida en una mazamorra espesa de lodos en suspensión, mientras que el casco de un barco que se aproxima a un puerto de Mamonal rasga momentáneamente esa nata marrón y deja ver a lo largo de su estela un hilo de la poca agua azul que aún queda. Es una imagen deprimente, sobrecogedora.
También circulan fotos del crecimiento del delta del Canal del Dique dentro de la bahía, en su marcha inexorable hacia Tierrabomba. Aunque impresiona la velocidad con que este delta se consolida, aún está lejos de esa isla, lo que podría dar una sensación falsa de tranquilidad porque parecería indicar que queda mucho tiempo antes de que la entrada al puerto por Bocachica quede inutilizada.
Desafortunadamente, el proceso de sedimentación no funciona así, y aunque es cierto que el choque del agua salada con los sedimentos finos en suspensión (floculación) los hace caer al fondo más rápidamente en la desembocadura del Canal, también es verdad que muchos van a caer más lejos, por lo que el parte falso de tranquilidad visual que podría dar la lejanía del delta no corresponde a la magnitud del daño submarino.
El fondeadero que había designado la Armada próximo a la desembocadura del Dique fue corrido varias millas hacia el noreste porque ya el agua se había allanado con los lodos nacionales de todo el río Magdalena, quizá desde el propio Páramo de las Papas, y la operación de fondeo comenzó a ser insegura allí.
Hay que admitir que el talante de este Gobierno y de su ministro de Transporte con respecto a los destrozos del Dique en la Bahía dan cierta tranquilidad de que las obras necesarias se identifiquen y ejecuten lo más pronto posible, por lo que seguramente no habrá que recurrir a los paros, quema de llantas y bloqueos que algunos proponen por la Internet.
Urge aprovechar que los funcionarios principales del Gobierno para este caso vendrán pronto a Cartagena, a establecer pasos concretos e inmediatos, y comenzar a olvidar la pesadilla gubernamental de los últimos 8 años, perdidos para el Canal del Dique. Para lograrlo, es indispensable recopilar información concreta y evitar que vuelvan a surgir propuestas inanes, como en el pasado muy reciente.
Cartagena debería lograr que las obras del Canal del Dique sean las primeras en Colombia de ese “plan de adaptación al cambio climático” del que habló el presidente Santos.
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